No es nuevo: el capitalismo lleva siglos convirtiendo carencias humanas en mercancías. Primero fue el cuerpo, luego el tiempo, ahora los vínculos. Y mucho antes de que Zuckerberg hablara de “más amigos”, ya habíamos empezado a pagar por conectar con otros. La novedad es que ahora esos otros no existen.
De red social a amistad como servicio: la nueva familia de IA de las Big Tech ya no solo responde correos, ahora “te acompaña”. El texto explora cómo la soledad —antes síntoma social— se ha convertido en modelo de negocio, alimentado por datos íntimos y suscripciones “premium” que prometen calor humano bajo demanda. Con Putnam como brújula, analizo por qué sustituir comunidad por simulacro erosiona el capital social y abre la puerta a democracias más predecibles (y manipulables). También discuto la otra cara: menores expuestos, duelos convertidos en productos, y un rastro de datos afectivos que entrenan algoritmos para vendernos consuelo. Frente a la retórica de la innovación, propongo una agenda: frenar el extractivismo emocional y reaprender a convivir sin métricas.